martes, 13 de noviembre de 2012

                                                        Las nuevas tecnologías

    • Ha cambiado mucho, la manera en la que un ser humano se comunica con otro. Sin darnos cuenta, cómo suele suceder siempre, damos la espalda a lo anterior y nos vamos sumergiendo poco a poco o al menos de manera inconsciente en lo “nuevo”. No quiero hablar de nuevas tecnologías cómo punto de apoyo en el cual expresar mi opinión, además de ser una perogrullada, entiendo qué, su “análisis”, por definirlo de algún modo, debe - debería alejarse bruscamente de lo que supuestamente es considerado como el impulsor – provocador de éste resultante presente. La nueva “forma” de comunicación hoy en día es a priori más impersonal, más fría, más deshumanizada y poco entendible para muchos. En cambio, antes de juzgarla con tan poca profunda proyección, con tanta insultante ligereza, debemos al menos intentar comprender los beneficios, que éstas nuevas maneras de “comunicarnos” aportan a tantos. En la continua insatisfacción del ser humano nacen, cómo es lógico, contradicciones a cualquier nivel, en cualquier ámbito, ideológico incluso, todo ello, provocando el sin fin de necesidad por buscar aquello que nos satisfaga más razonablemente. Quiero decir con esto, que si bien nuestra “forma” ha cambiado de manera radical, también es cierto que en la anterior “algo” iba provocando aun más insatisfacción de la que estábamos acostumbrados a soportar, pues ¿Quién podría negar, que batimos el récord en suicidios en el siglo XX? ¿Era mejor acaso ésa época? Dónde, en mi opinión, muchos más seres humanos eran excluidos de las relaciones humanas, dónde los criterios para que ésta se produjera eran tan duros como una piedra, tan poco moldeables cómo el mismo mar, en sí ya suficientemente moldeado. Resultaba qué, en muchas ocasiones, aquellos excluidos llegaban a ser personajes muy conocidos en el mundo, músicos, actores, escritores etc... Y sin querer hilar-lo a lo siguiente, poco a poco en cada letra de canción, en cada guión de película o en cada historia escrita, se mostraba cuán insatisfacción tuvieron debido a esos mismos rudos criterios de selección. Supongo eran los años noventa, en los que mi consciencia comenzaba a proyectar con interés lo que acontecía en el mundo, mucho más haya de lo que acontecía en mi mismo. Siendo a la par, de manera totalmente aleatoria, el nuevo cambio que se pretendía implantar en la sociedad.
    • Por suerte para mi, pude observar el fenómeno casi con lupa, de manera tan personal y legible, que a medida que éste iba creciendo, mi fascinación por él iba adhiriéndose. Ya era demasiado tarde para volver la vista atrás, el mundo había cambiado, y, no del todo, pero cada vez se conformaban mas minorías en pos del nuevo ciclo. Parecía que todos tuvieran cabida en él, poco a poco, secuencial-mente. Aquellos que querían suicidarse, encontraban su “por qué” en las respuestas que daba la música, sin duda, alguien gritando por ellos, sintiéndose de manera superficial – trivial , menos solos. El arte estaba mejor visto que nunca por todos, cada vez, excluyendo a menos de él, abriendo los brazos, adoptando innumerables formas en las que presentarse, cómo el mismo diablo en la mitología popular. Las chicas de dieciséis años ya no se pintaban las uñas de rosa o rojo, ni vestían preocupándose por las anteriores miradas acusadoras, pues éstas, ya no eran tan importantes y poderosas. Confieso también, haberme sentido liberado, y no es que mi cambio fuera tan brusco, al menos en apariencia, sino que sentía poder vertir mis sueños, mis emociones más absurdas, mis pensamientos más abstractos en cualquier parte sin sentirme que tan solo tiraba a la basura toda mi esencia. Sin duda, para mi, fue la época dorada de los noventa, lo que pocos entonces reconocieron y qué en suma, de algún modo intentaban no sacar a la luz. Poco a poco, las nuevas generaciones aun más liberadas que nunca, y realmente para mi, las nuevas generaciones, es decir, las que cambiaron realmente el mundo para “mejor” sustancialmente, fueron esas, no aquellas cuales llegaron antes, las famosas generaciones de la post-guerra, aun drogadas con el aroma de la confusión y el irrefrenable impulso por apartarse de él. Pero, para poder entender la gran importancia que suponía el nuevo cambio, hemos de decir con gran placer, que estar al lado de otro ser humano, resultaba mucho más fácil, dónde el teatro era paulatinamente despreciado y los sentimientos – pensamientos eran acogidos por alguien en cualquier lugar, cualesquiera que fueran éstos. Claro que, no era ni mucho menos perfecto, y se seguía excluyendo, aunque para mi, fuera más por la culpa de aquellos antiguos, negándose a aceptar las nuevas cosas sin más, queriendo frenar las ruedas del coche que nos llevara hacia un lugar mejor. Para colmo de muchos, llegó el ordenador personal a cada casa. Al principio, éste se miraba de manera cautelosa y reticente, no fuera a ser en un futuro el “motor” que cambiara el mundo totalmente, el último arma de las nuevas generaciones contra el estático antiguo. He de decir lo siguiente, que sólo una generación tan sutilmente creativa cómo aquella, pudo dotar de magia y significativa utilidad a la nueva máquina del presente. Con ella y con el nuevo cambio, se iba creando un camino distinto para la comunicación, era de esperar que fuera aceptada de manera mas noble, pues aun quedaba mucho por hacer con toda esa insatisfacción contenida. Parecía ser poco a poco, la respuesta para los menos nombrados y tenidos en cuenta, como herramienta de liberación para los excluidos más desfavorecidos.